Según la Organización Mundial de la Salud, existe evidencia suficiente para afirmar que un régimen alimentario inadecuado y la falta de actividad física son determinantes en el aumento del riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares, cáncer, diabetes y muchas otras que hoy constituyen las primeras causas de mortalidad en los países desarrollados y también en algunos, como Chile, en vías de desarrollo.
Una dieta saludable y la práctica de actividad física reducen el riesgo de enfermar gravemente ya que contribuyen a la disminución de lípidos en la sangre, la presión arterial, el peso corporal, la tolerancia a la glucosa, la resistencia a la insulina y otros cambios metabólicos. La actividad física disminuye también el estrés y la depresión.
El consumo de hortalizas y frutas, la cantidad y calidad de las grasas que se ingieren y el control de la ingesta de sal son -según la OMS- elementos relevantes de una nutrición saludable.
La nutrición saludable puede ser percibida de distintas maneras según los países y sus culturas. En términos generales, la nutrición saludable debe formar parte integral de la vida diaria de las personas y contribuir a su bienestar fisiológico, mental y social.
Básicamente, la nutrición saludable representa el efecto combinado de los alimentos que consumimos, nuestro estado de salud y el cuidado que damos a nuestras propias necesidades de salud y a las de quienes nos rodean. El bienestar nutricional se logra consumiendo alimentos seguros que son parte de una dieta equilibrada que contiene la cantidad adecuada de nutrientes según los requerimientos de nuestro organismo.
La relación entre alimentos y salud es una verdad conocida por siglos. Esta relación a través de su carencia o su exceso, pero también por la calidad y contenidos son condicionantes en la vida de un individuo.
Los cambios socioeconómicos sin precedentes, registrados el siglo pasado, influyeron rápida y negativamente en los hábitos de vida de la población mundial, en especial en los países desarrollados y en aquellos en vías de serlo, de modo que las enfermedades crónicas y no transmisibles -hipertensión arterial, diabetes mellitus y colesterol elevado, entre otras- aumentaron significativamente.
La reducción de las tasas de enfermedades transmisibles y las mayores expectativas de vida son también responsables de modo importante del aumento de las patologías no transmisibles.
De la preocupación de los líderes del mundo por la desnutrición, hemos asistido a la paradoja de que hoy el motivo de preocupación es el inverso: el exceso de peso corporal.
La adolescencia es una etapa de la vida en la que ocurren diversos cambios físicos, psíquicos y sociales que lleva a la transformación del joven en adulto, por lo que es muy importante orientar y reforzar sus buenos hábitos alimentarios en forma constante.
En las adolescentes suele producirse un aumento en el peso, que ocasionalmente puede conducir a trastornos alimentarios como anorexia y bulimia u obesidad. Por eso, es muy importante la supervisión de sus padres y al detectar cualquier anomalía en la alimentación se debe recurrir a un médico especialista para su evaluación.
La alimentación en el adulto hoy en día juega un papel muy importante para poder mantener una vida sana y óptima.
En esta etapa de la vida se ha logrado obtener una madurez y desarrollo de las actividades tanto profesionales como personales. Se requiere entonces estar en buena forma para disfrutar de todo aquello.
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En la medida en que envejecemos, disminuye la actividad muscular y, en consecuencia, también los requerimientos nutricionales. Debemos consumir, entonces, menos calorías para evitar la obesidad.
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